lunes, 29 de julio de 2013

Hielo y alfileres.

Miraba el dibujo de las sábanas. Juraría que era mejor que ver cualquier rincón del mundo. Subían desde sus pies hasta el inicio de su espalda baja. Subí la seña de su columna vertebral tomándome el debido tiempo en cada lunar. 

Verla abrir los ojos es ver el cielo arder. Es completarse de aire. Es encontrar techo en mitad de una tormenta. Es vivir a toda costa en el puerto donde echan el ancla sus lágrimas antes de embarcarse en una misión suicida contra sus labios, quienes hacen desaparecer los navíos con el paso de la lengua.

Escucharla evaporarse cada vez que desabrocha un botón, es como sentirse ratón ante un león hambriento. Es notarla florecer entre los huecos del alambre de espino. Es hacerse dueño del tiempo que ella ordena.

Quererla es saber masticar hielo. Es saber clavarse alfileres en las encías. Es vivir resucitando cada segundo.

Quererla es un invierno entre mantas. Quererla es precioso. Quererla es lo mejor que le puede pasar a alguien como yo, un congelador lleno de alfileres y con el enchufe roto.

jueves, 11 de julio de 2013

A veces simplemente me gustaría que estuvieses aquí para poder abrazarte.
Aunque fuese un segundo. Ojalá volvieses.
Sólo para preguntarte qué se supone que tengo que hacer. Para pedirte respuestas
que a día de hoy sé que no encontraré nunca.
Para pedirte que me lleves contigo en el viaje, quizá.
O, al menos, para que me prometas que me estarás esperando, como me prometiste.
Para escucharte, hace tanto que no lo hago, que no recuerdo tu voz.
Ni tu risa.
Ni tus gritos.
Ni tus bromas.
Nada.
Nada.

miércoles, 26 de junio de 2013

Estrella.

¿Cómo puede ser que una estrella tenga cicatrices?
Cayó desnuda, sin brillo, murmurando y negando con la cabeza la existencia de un Dios, de una vida feliz, del amor, del ratoncito Pérez y las nubes de algodón.

miércoles, 29 de mayo de 2013

.

Nadie debería verte así. Nadie que no lo merezca.
Fuera de tus casillas. Perdido. Como un gato que araña porque no ve la salida. Porque si lo haces, si dejas que vean el hueso bajo la piel, si dejas que vean el color de tu sangre o cómo pierdes tu propio control... será cuestión de tiempo que se pregunten qué más puedes llegar a hacer. Y ese, desgraciadamente, no es el problema, el problema es que te lo preguntes tú. Que te asustes. Que te mires y haya días que no puedas aguantarte la mirada. Que te busques en los cristales del tren y desees no tener reflejo. Que no te conozcas. Entonces sólo serás una botella llena de agua hasta el límite, cerrada por el tapón, esperando a que su propia congelación haga que sus paredes se resquebrajen, viendo como deja de ser lo que fue antes de empezar el frío. Notar la escarcha dentro, luego los pedazos cada vez más grandes de hielo, más tarde ya no podrá moverse, terminará dejando los restos de lo que fue esparcidos por la superficie del espacio que la resguardaba del calor.

Crack... Tres, dos, ...crack, uno...

domingo, 26 de mayo de 2013

Lluvia de estrellas en Madrid.

Un tren se le mete entre las costillas a la estación. Los andenes brillan con el rebote de las estrellas en los cristales del techo. Todo el mundo corre de un lado para otro, dándose besos, abrazándose, jurándose que si la vida les diese una segunda oportunidad, volverían a conocerse, y se volverían a engañar, volverían a ser como placas tectónicas que chocan haciendo el amor. Los parques están llenos de ancianos compartiendo la última sonrisa, la última caricia, el game over. La soledad hoy se reparte por partida doble si a tu lado sólo hay restos de lo que nunca fuiste y ni siquiera tienes una mano a la que preguntarle qué hiciste mal. El agua se levanta como si la gravedad fuese sólo un domingo sin película y palomitas, y se convierte en un ser homogéneo con las estrellas.
Pero dentro de la estación de trenes no hay nadie, sólo yo, y aún puedo ver el eco de las despedidas antes del cierre de las puertas, las notas de suicidio cayendo al suelo antes de saltar, las maletas llenas de esperanzas de una vida mejor, las escaleras mecánicas y las luces apagadas, y el suelo encendiéndose con cada golpe de cristal. Las puertas se abren, el tren baja la velocidad, pero no para, no todos se paran a esperarte. Subo de un salto e intento mantener el equilibrio, y aunque fallo, consigo agarrarme a la barra de seguridad. Oigo como se cierran las puertas tras de mi. Al salir de la estación, los ruidos continúan contra el cableado eléctrico del tren, y puedo ver la ciudad corriendo en dirección contraria desde la ventana. Aquí no hay nadie. Siempre supe que terminaría solo, construyéndo y tirando castillos de arena, sin nada de que hablar, sin nadie con quien recordar lo que era respirar a centímetros, siempre supe que yo nunca podría ir acompañado cuando llovieran estrellas.
Ojalá pudiese verla a ella con esa forma de andar que se podría considerar andares de un pato modelo, con su forma de reír como si escondiese la luna entre los labios, con sus ojos que llevaban risas en cada tic tac del minutero del reloj, con su voz, ojalá hoy pudiese escuchar su voz...Y ahora, en la más infinita y plena soledad, me veo escrib

- Toma, te he cogido una.

Y sonreí.

sábado, 11 de mayo de 2013

Deserté.

Si consideramos que nuestros abrazos fueron sacos de hielo a la sien...
Si hablamos de que tú siempre mirabas a los labios porque no te atrevías a mirarme a los ojos...
Si contamos que nunca fuiste más que media persona...
Si decimos la verdad...

Igual te conocen. Y saben de ti. Pero eso no te conviene. No te conviene que sepan que tu feria son atracciones rotas, globos pinchados y pistolas de agua que disparan barro. Que te pesa la conciencia como quien arrastra un camión con los párpados. Que te huele el aliento a tierra y sangre. Tierra que haces comer y sangre que derramas a tu paso. Que cada vez que pisas un azulejo, éste imagina la carrera hasta tu entrepierna, pero si sigue más allá, si sube hasta el pecho, se retuerce en el suelo y suplica no ser nunca más pisado por ti. No te conviene que lleguen saber que la reina de este circo está vacía. Que tus leyes son mentira, y que tus mentiras, son la única verdad -a medias-
Eres trozos de parche de otros seres. Crees ser única, una especie en extición -y sois demasiados-, y la extinción de tu especie es lo que realmente necesitamos.

No me consideres soldado de la guerra que comienzas cada vez que abres la boca. Deserté de la mía. Encontré una forma mejor de vivir. Y no te incluía a ti. Sólo quiero darte un consejo. Cuando estés sola, realmente sola, sólo quedarás tú y lo que has construido dentro de ti. Que no te pille por sorpresa.

jueves, 2 de mayo de 2013

Pretérito perfecto complejo.

Hoy es hoy. Hoy es hoy y no ayer.

Ayer conocí otros cuerpos. Ayer supe de otras voces. De aliento de cristal en los labios. Supe de amor de alquiler y de amor público. Besos, caricias, abrazos, tan inútiles como bolitas de humo. Errores. Supe de equivocarme y de ver en su ombligo un precipicio sin fondo en el que despedazarme. Supe de sus espaldas afiladas y de sus espadas que atravesaban porque no sabían cortar. Supe de Madrid con letras borrosas. De mis manos temblando. De charcos inagotables entre las pestañas. Supe, ayer lo supe.

Hoy sé que nunca he sabido tanto. Nunca he sabido tanto hasta que ella supo de mi. Y me enseñó que en su ombligo no había precipicios, sino ciudades en las que habitarían las pelusas del mío. Nacidas de los pude y no hice. Que sus ojos fueron mares, mares que sequé y sacaron a flote tesoros escondidos. Que su espalda no era una hoja que rajase mi pecho al tropezar. Encontré manantiales desde sus hombros hasta la mitad del cielo. Hoy sé, que las heridas anteriores nunca llegarán a ser como ella. Que yo no fui el mismo que soy hoy. Que su huella en el cemento fresco de mi puerta, es lo que ha quedado grabado. Sé que nadie sabe más de lo que escondo entre los huesos que ella. Que todos los ayer que crean saber más que el hoy, están equivocados.


Hoy es hoy. Hoy no es ayer. Y yo seré el pretérito perfecto complejo de una sonrisa de diecinueve años.

domingo, 28 de abril de 2013

Febrero no sólo traerá escarcha en la garganta, no sólo verá a la lluvia estrellarse en la ventana.

No volveré a bajar las calles que bajo todos los días, no volveré a mirar la punta de mis pies caer desde la litera, no sonará el despertador, agonizando por las llamadas perdidas frente al espejo del baño.
No me veré reflejado en la puerta del autobús, esperando que me abra para dejar, mientras dormito, mi vida en sus manos. Ya no será la voz de un amigo la que diga "buenos días" a las siete de la mañana, ya no quedará nada.
Ya no volveré haciendo el mismo recorrido, cansado por el roce de las horas y la falta de sueño, dando bocanadas a los minutos perdidos sobre la mesa. Ya no habrá un cuerpo desconocido que un día fue protagonista, ni las risas a costa de ciertas personas. No habrá miradas falsas, ni platos de comida fríos, no habrá que agachar la cabeza, ni contaminación cardiaca, ya no quedará nada.


martes, 9 de abril de 2013

Planeta-Sol12

Cuando la vi por primera vez yo no estaba haciendo nada especial. No suelo hacer nada especial. Quizá estaba construyéndole un castillo en el aire, o pintándole un atardecer con los colores equivocados. Ya no lo recuerdo. Recuerdo mirarla. Mirarla. Mirarla. La miré tantas veces que cada sonrisa que esbozaba parecía distinta. Por aquel entonces yo era un papel arrugado, como un poema de amor que no llegó a terminarse. Ella era un sol. Un sol de color rojo que planeaba por Callao y preguntaba dónde quedaba la estación al otro mundo. Al que no duele. Al que todos van, pero del que nadie ha podido volver. No entendía sus motivos, qué iba a saber yo, una hoja medio rota y estropeada. Al conocernos, me avisó de que me quemaría, y me contó que no siempre fue fuego, que hubo un tiempo en el que habitaba congelada. Y que si me quedaba, sufriría su mismo destino. No me importaba, me había cansado de vagar entre manos que tras verme imperfectivo me devolvían al suelo tal y como me encontraron. No puedo contaros lo que sucedió desde que probé a tocarla con uno de mis extremos. El dolor fue tanto, que no conozco las palabras que lo describan. Noté aquel fuego que no era más que heridas ir quemando los cuadros de mi papel. Me vi entre llamas mientras ella repetía: lo siento, lo siento, lo siento mucho. A ella le encantaba el poema que llevaba escrito a la mitad. Esos versos que yo siempre detesté desde el principio. Esas letras que se hicieron ceniza ante ese poderoso sol rojo. Los trozos negros de la hoja se desprendían poco a poco. Y ella, estaba tan ocupada pidiéndome perdón, que no se dio cuenta de que era lo que yo necesitaba, arder, borrarme, morir. Yo ya no era un poema, y nunca volvería a serlo. Yo era parte de ese sol. De mi sol. Cuentan que ella fue la causa de mi muerte, y no saben, que no estoy muerto, sino que vivo a miles de años luz, donde no habitan ni las estrellas. Soy el satélite de un planeta-sol inmenso en el que siempre, para siempre, vivirá el final de aquel poema que nunca llegó a escribirse.

martes, 19 de marzo de 2013

Ya me lo he aprendido.

Tus dedos de los pies jugando a quererse los míos. Tu mirada perdida en las estaciones desiertas de mi espalda. Tus labios... Tus labios. Tu tendencia a recaer en mi sonrisa y la magia que desprendes al quitarte la ropa. El despertar de tus párpados, la cara hinchada y las ganas de desayunarte dos veces. Tu avión de papel. Tu vida de letras. Tus atrapasueños guardados entre los brazos, y tus estudios en cada uno de mis poros. Tus ciento cuarenta y seis lunares y los mil dos besos que te debo. Tus doce puntos de sutura. Mis doce errores. Nuestros veinticuatro te quieros que suenan en los acordes que he escondido bajo tu lengua.

He viajado por todos los rincones de mi mundo, y he puesto tiritas en todos los arañazos. Ya me lo he aprendido, y ahora, voy a olvidarlo todo para volver a empezar.

domingo, 17 de marzo de 2013

Los escucho.


Escucho a los bichos murmurar a mi alrededor, bajo cada azulejo, entre cada ladrillo. Me miran. Conspiran para ver quién se comerá mis huesos taladrados de heridas, de errores que se estrellaron entre las costillas, de puñetazos a la pared.
También sé de las raíces que rodean las estaciones, que aguardan mi despiste para trepar desde las vías y asfixiarme con su aliento a primavera helada.
¿Has escuchado a las nubes?
Dan vueltas sobre mi, a las puertas de la escalera mecánica al purgatorio de las casillas en las que marqué la opción incorrecta.
Los escucho, los veo, los siento.
Dejo a mi suerte el momento en el que me partan en mil trozos. Pero hoy estoy con ella. Hoy no me puede ni Dios.

jueves, 10 de enero de 2013

Parada cardioeléctrica.

Sólo podía mover los ojos hacia ambos lados, y la vista no me daba para ver nada más que ruinas. "¿Cómo he llegado hasta aquí? ¿En que punto de mi vida dejé entrar al recibidor de mi alma a quien no debí?" Esas preguntas repiqueteaban con sus afiladas uñas en mi cerebro. Miré hacia mi interior, en un intento de buscar energía, pero estaba seco. Ni tan siquiera quedaba en la reserva. Decidí apagarme. Durante mi descanso, noté el frío que produce la soledad cuando ella tampoco sabe con quién hablar. Las ratas seguían dando vueltas entre mis cables y, de vez en cuando, venían ciertos nombres con un par de pilas. Esa energía me mantenía vivo, pero no me ayudaba a levantarme. Tras unos meses de letargo entre unos escombros firmados a mi nombre, algo cambió. Oí sus pasos, dudosos, como si dijesen "¿Hola? ¿Me dejas pasar?" y así lo permití. No podía acertar a levantarme y verla, pero confié en su voz, en la forma en la que le temblaban las piernas, en su yo que sé, que qué se yo. Puso la mano sobre el cristal empolvado del casco de mi dañada armadura, movió la mano de un lado a otro, apartando la suciedad. Dio un par de golpecitos al cristal y preguntó: "Ey, ¿hay alguien ahí?" No contesté. Abrió el casco y como si hubiese leído lo que pedía, se acercó a mi boca y me besó.
Noté como la electricidad volvía a recorrer mis circuitos, subía desde la punta de los dedos, y al llegar a ambos hombros, se dispersaba por el cuerpo como fuegos artificiales. Me levanté y salí corriendo asustado, y permanecí escondido un tiempo. Ella no desistió, se sentó a mirarme y a esperar. Salí asustado, como siempre, y me senté delante de ella. Me sentía bien, por primera vez en mucho tiempo, estaba a gusto en un sitio. Me abrazó, y noté como toda su luz devolvía a mi cuerpo un motivo suicida por el que quedarme. Aprendimos a estar juntos, aprendimos a compartir las ruinas, y a reconstruirlas poco a poco. Ambos sabemos que no somos eternos, al menos no físicamente, pero, puedo escucharme latir, puedo ver como se hace de día, puedo notar los destellos y calambres casi imprescindibles del motor de mi pecho, puedo abrir los ojos, puedo levantarme. Estoy vivo.

lunes, 31 de diciembre de 2012

No quería.

No quería terminar el año sin darte las gracias.

Por enseñarme a intentarlo una vez más.
Por darme valor cuando yo ya me había quitado la etiqueta.
Por abrazarme cuando temblaba y me preguntaba los minutos que nos quedaban de vida.
Por darme una navidad en el centro, solos entre tanta gente, y por enseñarme la nieve debajo de las mantas.
Gracias por gritarme sólo para pedirme más.
Gracias por levantarte y servir dos tazas de cola-cao caliente a las tres de la mañana.
Por ayudarme a dormir y darme un beso al despertar.
Gracias por pasarme la pierna por encima y mirarme a los ojos cuando te buscaba.
Gracias por darme la valentía de aceptar que mi casa es donde estamos.
Por los mordiscos en el cuello, y el olor a piruleta del jabón del baño.
Por saciar mi cabeza y darme aire cuando me ahogo.
Por mirar la guitarra tan de cerca y escucharme cantar.
Gracias por entrelazar los dedos de los pies.
Gracias por aceptar la fecha de caducidad, y quererme todo lo que se pueda en el espacio de un segundo.
Gracias por darme la mano para que sepa que estás ahí.
Por agarrarte a mi cintura mientras preparo la comida, y sentarte en la encimera a jugar a la consola.
Por soñar que te pierdo, y al despertar, tenerte a mi izquierda, bajo mi brazo.
Porque no quería terminar el año sin darte las gracias.
Porque no quería terminar el año.

lunes, 24 de diciembre de 2012

No te quiero tanto.

Hoy mi confianza me ha pedido un descanso, ha quedado con mi risa para tomarse un año sabático fuera de casa. Aún puedo quererte. Aún puedo olvidar y afrontar otro fracaso.


Aún puedo olerte sobre la cama, abrazarte en la almohada, y ver los corazones que pintabas sobre el vaho en el espejo.
Hoy he visto los vasos compartidos volcados sobre la mesa, derramando los hielos como una persona que expulsa por la boca todo lo que lleva dentro hasta quedarse completamente vacío.
Vacío, vacío como el bar en el que nos metimos mano, vacío como mi pecho, como tu forma de quererme, como el probador, como nuestra ropa interior en el suelo.
Las butacas del cine donde nos buscamos las palomitas y los pantalones, están a luces apagadas, esperando que vuelvas.
Ya he perdido la cuenta del tiempo que hace que te has ido, quizás días, meses, o un segundo eterno.
Llevo cuatro días intentando tener suerte con la moneda de dos caras, y siempre cae de canto, o se aleja rodando hasta el sofá.
Rodando hasta el sofá, y hasta la cama, y hasta dar con el suelo, eramos un tornado horizontal.
Últimamente Gran Vía está más sola, la casa está más sola, hasta mi soledad te echa un poco de menos.
No llegué a pagar mis deudas con tu espalda, y supongo que por eso te fuiste.
Tal vez fue mi manía de no querer perderte, eso a lo que tú llamabas celos.
Te escribí mil cartas recordándote, y rompí mil cartas olvidándote.


No te quiero tanto, hoy he mirado el calendario, y ya ha pasado mucho tiempo. He llamado a París, por si acaso seguías allí, y nadie me ha cogido el teléfono.



martes, 11 de diciembre de 2012

No sabíamos a dónde huir.

Notaba sus dedos sobre mi piel, subían y bajaban por mi espalda como si dibujasen ciudades.
Me giré, la busqué, arrastré las uñas arrancando a su paso las sábanas hasta dar con su ella.
Maté los centímetros que nos separaban y fingió volverse loca.
Tiró de la manta que caía al borde de nuestro mundo y nos la echó por encima.
Y ya parado frente a sus ojos, se acercó y me mordió el labio inferior, noté su vida en mi boca.
Enredó sus brazos a mi alrededor para impedirme la salida, y cosió su voz a mis pestañas.
No sabíamos a dónde huir, y decidimos quedarnos. 
Y nos echamos a reír... Y a reír... Y a reír.

lunes, 3 de diciembre de 2012

Carta del futuro.

Cuántos desperdicios, cuántos besos en el borde del retrete que saltaron al vacío, cuántos abrazos murieron en lugar de estrellarse contra el pecho, cuántas embestidas se quedaron mudas en lugar de gemir, cuántas veces debimos juntar las manos en vez de mirar hacia otro lado.

Quién te quitará la ropa que yo debí arrancarte, quién perderá toda vergüenza en tu pelo, quién le dará al play antes de meteros en la cama, a quién le clavas las uñas mientras piensas en mi voz, quién te dice "ya queda poco para volver a vernos" con la misma ilusión que lo hacía yo mientras nos mirábamos.

Dónde se supone que estamos, dónde se supone que quedó la huella de lo que fuimos, dónde están las ventanas que daban a nuestro mundo, dónde están tus manos ahora que ya no tengo nada, dónde ha quedado el cine particular y los platos vacíos, dónde está la tiza de nuestra silueta muerta, nuestra, juntos.


Sé que pude hacerlo mejor, sé que nos quisimos, sé que Madrid nunca fue tan bonito como lo fue contigo,

que nuestra risa seguirá sonando por todos los parques, por todos los callejones y se desbordará en Gran Vía, hasta que ni tú, ni yo, recordemos cómo gritaba.


Gracias por aparecer en mi vida, por darle la vuelta, por recordarme que aún me queda vida, y que aún puedo morir más veces. Gracias por romper los relojes y dejarme sin noción del tiempo, por poner tu cepillo de dientes en el baño de mi cabeza para quedarte hasta que yo anule el contrato. Gracias, eternamente gracias, por el pasado, por el presente, y por hacer eco por la casa.




Hasta siempre, ___________ 

Fdo: Javi, no el de hoy, el de mañana.




 Posdata: Hoy, te quiero.

sábado, 1 de diciembre de 2012

A mi que no me toquen la polla.

Hoy me he despertado mordiéndome la lengua. Hoy tengo algo que decir.

Harto de la gente que dice que estoy enfermo, que veo cosas donde no las hay, que necesito cambiar mi forma de ser.

¿Qué coño me estáis contando?

¿Creéis que para mí es fácil?

En mi educación no han influido dos personas, he sido educado por muchas voces e historias. Y en todas ellas, hubo un factor común: No esperes nada de nadie, da todo lo que puedas, y, ante todo, no pierdas lo que quieres.
Por consecuencias de ésta puta mierda de vida, me quitaron una de las bases sobre las que construí mi castillo, y, tras ese día, sentí lo que significa perder lo que realmente quieres, y lo que es más, perderlo sin poder hacer nada.
¿De verdad pensáis, que para mí, con mi edad, me es fácil vivir?
Pensáis que es fácil vivir dividido en diez corazones y con cada uno yendo a su manera, con cien voces distintas en la cabeza gritando a pleno pulmón, con una capa cristalina sobre las pupilas que me deja ver cómo son las personas bajo la piel en cuestión de un par de días.
Pensáis que no aburre ver a todos tan predecibles, ser capaz de vivir quince minutos más tarde que los demás, conocer las respuestas que te van a dar, y no conocer las tuyas propias.
Pensáis que no es jodido verlo todo desde el subsuelo.
Pensáis que no duele ver desde lejos qué personas tienen amistad con tu pareja y cuáles se la quieren follar, ver quién está enamorado en secreto y quién nunca lo estará. (Y me llaman celoso, aún no me he equivocado con ninguno)
Pensáis que no escuece mirarte al espejo y ver sobre tu piel escamas y algodón. (Y que no vas a cambiar)
Pensáis que no es triste que te llamen pesimista por no admitir que eres realista y llevas razón.
Pensáis que es fácil mirar a tus amigos, y saber que en un tiempo ya no quedará casi ninguno.
Pensáis que la distancia es una nueva droga que fuman los modernos.
Pensáis que me como mucho la cabeza, que viva y ya está. (Pero yo soy más humano)
Pensáis que lo sabéis todo, y que yo también creo que lo sé.

Y es que si algo me molesta, es que me digáis que creo que lo sé todo, puesto que yo, simplemente, juego con un poco de experiencia previa, pero yo también lloro, yo también grito, a mi también me duelen las cosas y me destrozo los puños contra la pared, yo también me siento impotente ante todo lo que escapa de mi voz, yo también me miro al espejo y desearía ser distinto. Yo, todavía no sé una puta mierda de la vida, pero lo que sí he aprendido, es a verlas venir todas desde lejos, aunque no sea capaz de esquivarlas.

No me contéis milongas de que os gustaría acabar con todo, que queréis suicidaros, eso son gilipolleces.
La vida tiene mucho de malo, pero yo aguanto lo malo si a cambio tengo los paisajes en la sierra, el sonido de la guitarra y las voces al unísono, los gemidos y el olor a libro, las sonrisas y los arañazos en la espalda, la poesía en los cuadernos y los besos lentos...


Y los que pensáis que alardeo de vivir en medio infierno, podéis poneros las rodilleras e ir acomodándoos, puesto que vosotros, sois justo los que no tenéis ni puta idea.

domingo, 25 de noviembre de 2012

Si no te importa...

Nunca me gustaron las despedidas, convertir sentimientos en recuerdos, en ecos del pasado que revientan contra las paredes de las habitaciones, contra las escaleras que suben desde el portal, entre las farolas, contra los escaparates, explotando entre el tráfico.
Nunca me gustó saber que mi piel nunca quedará marcada por última vez por tus uñas, ni la tuya por mis dientes, no me gusta aceptar el final de los principios y el dolor que se queda entre medias.
No me termino de acostumbrar a cambiar de piel cada vez que cambio de labios, de voces, de temblor de piernas y gemidos.
No me gusta el sonido de las puertas del metro al cerrarse y separarnos, ni las matrículas alejándose, no me gusta decir "ya nos veremos" por no tener voz para decir "quédate"
No me gusta no sentir, no me gusta vivir por vivir, la falta de ilusiones y la necesidad de un café por las mañanas, no me gusta buscar en lo malo las sensaciones que necesito para sentirme distinto cada anochecer.
No me gusta admitir que estamos muriendo, que nos rompemos con cada embestida de cariño y cada vez que bajamos la persiana.
No me gusta decirte que a pesar de todo, no puedo. No decirte que no quiero que te quedes, pero cuando te vas, mi pulso baja a las constantes necesarias para no morir.
Nunca aprendí a ganar, y tampoco me llamó la atención.
Nunca sabré lo que es ser feliz más de veinte minutos seguidos, pero he sabido apreciarlos.
Nunca me gustó la sensación de falta de saliva, los dientes que no saben morder, y las manos que no arañan.
No me gusta ser el bueno de la película, y saber que nunca cambiaré de papel.
No he doblado la chaqueta a la vuelta del trabajo, ni he abierto una botella de vino, no he besado demasiado, no he llegado a la curva que da la vuelta, ni a la mitad del camino.

Sé que soy un saco de defectos, de errores, quejas y caras de mal humor, de respuestas bordes y ceguera cuando se trata de mi, pero, si no te importa, ésta noche...

lunes, 19 de noviembre de 2012

Queridos Reyes Magos...

Que se pierdan de una vez las mil formas de perderse, que se callen en la cama las dudas que nos congelan, que la vida deje de venderse en cada esquina y comparta un gramo de suerte con cada mirada perdida en el suelo.
Que dejemos de besar pensando en qué pasará después, que gritemos "quédate" aunque mañana me vaya, que aprendamos de una vez que ninguna persona pertenece a nadie y dejen de matarnos los celos.
Que no se llore si no es de alegría,  y no se folle sin terminar con un abrazo, aunque no sepas ni su nombre.
Que veamos que los demás, también tienen sus problemas, y quizás, con tres sonrisas le demos sentido a los días.
Que no chillen tus bragas cuando empiezo a olvidarlas, y que sepamos lo que pasará antes de querernos otra vez.
Que no haya luz, que no veamos, que aprendamos a observar sin los ojos, que un te quiero sea un te quiero, y no una forma de mentirse.
Que los amigos se queden, y te inviten a otra ronda. 
Que la muerte no nos pille por sorpresa, y nos deje recordar que cuando se vayan, les echaremos de menos.
Que dejemos de señalarnos si no es para dar las gracias.
Que respetemos el silencio de los corazones mudos, y no hagamos oídos sordos a los que nos piden que no les hagamos daño.
Que La Perla nunca cierre.
Que los parques sean la casa de las manos entrelazadas, las cervezas vacías, el rock and roll y los mordiscos en el cuello.
Que el miedo se ahorque por miedo de ser risa.
Que los niños no crezcan entre mierda, y lo que venga tras nosotros, sea una vida mejor.
Que mi hermano sea todo lo bueno que yo nunca podré ser, y mi peor lado, él nunca lo conozca.
Que la vida le de lo que merece a cada uno.
Que las palabras den más miedo que los puños.
Que la ropa deje de llevar etiquetas, y las carteras nunca estén por encima de las caricias.
 

Que a ti, que estás leyendo ésto, se te curen todas esas heridas que tienes aún abiertas, que aprendas que eres más de lo que piensas, que ese reflejo que hay en tu espejo cada vez que te paras delante no sea tu peor pesadilla, y el fango de tu dolor, en el que te revuelcas, se convierta en palomitas, que encuentres mejores blogs en los que perderte, ya que yo no tengo nada para darte, pero si te quieres quedar, aquí tienes un sitio.

lunes, 12 de noviembre de 2012

Tarde de Noviembre.

Hace mucho frío.
Hace mucho frío ésta noche como para pensar en lo que me pide la piel.
Hace mucho frío como para buscar un ascensor donde terminar medio desnudos.
Hace mucho frío para escribirte poemas con los dientes.
Hace mucho frío bajo el cielo como para irnos a volar.
Hace mucho frío en el azulejo del baño, y a la salida de la ducha.
Hace mucho frío por Madrid, por mi casa, por tus piernas y en mis ojos.
Hace mucho frío como para olvidarte.
Hace mucho frío como para intentar buscar sabores.
Hace mucho frío para planes de película, palomitas y manta, si no se comparten.
Hace mucho frío y temo congelarme.

miércoles, 7 de noviembre de 2012

Hasta el cielo está llorando.

Dicen que hay muros tan altos y tan duros, que no pueden derribarse.
Yo he visto caer al muro que escondía mis miedos, he visto cómo se rompían sus ladrillos,
uno a uno, con el caudal inminente e imparable de los lagrimales.
Sediento de justicia lo he visto hundirse en el barro.
He visto cómo se tejían enredaderas de abrazos sobre él, en un vano intento de impedirlo.
Le he visto desatarse las venas que le unían a las dudas.
He visto caer el muro más fuerte del mundo.

También he visto perder las hojas al árbol milenario del cariño.
Lo vi perder la corteza que tapaba el corazón del querer insaciable.
Vi cómo tiraba la última botella al mar, con un: "Te quiero, nunca llores"
Y callaba la voz de la experiencia cuando el árbol me pedía -en silencio- que cuidase del muro.
Hoy el cielo está llorando, hasta él está llorando.
El árbol cayó, y con él se cayó el muro.

Y aquí estoy, dispuesto a reconstruirlo.


M.M.F.M -De la vida al infinito-



domingo, 4 de noviembre de 2012

Entre hormigones

Las gotas de lluvia resuenan en el cristal de la ventana como un ejército de recuerdos mal curados.
No hay luz en la habitación, y el único sonido que la invade es tu respiración.
Estás sobre la cama con los ojos abiertos, mirando a la nada.
Notas como vienen sus uñas trepando por tus tobillos, notas su pecho detrás, apoyado sobre tus piernas, ascendiendo.
Su vientre te eriza la piel. Su aliento, frío, te roza la entrepierna.
La notas cómo te muerde bajo el ombligo y sigue subiendo. Tú, inmóvil.
Apoya sus manos a ambos lados de tu cuerpo, y se pone a escasos centímetros de tu boca.
Su pelo cae sobre tu cara y se interpone entre vuestros labios.
Se lo recoge en un moño que atraviesa con una de tus costillas.
Ya estás acostumbrado a su dolor, tú ya no sientes nada.
Se acerca a tu oído y lo dibuja con la lengua.
Pone sus dientes en tu cuello y te deja la marca de su boca.
Con la mano derecha te agarra de la nuca.
Te muerde el labio inferior y tira de él, de una forma tan dulce y suave que vuelves a notar todas las partes de tu cuerpo en tensión.
Apoya su nariz al lado de la tuya y te mira, para el tiempo, derrumba la habitación, y juntáis los labios.

Porque a la puta oscuridad, le sobran besos.

jueves, 1 de noviembre de 2012

Y volvió.

Vaya, tengo las zapatillas llenas de mierda, debería pasarles una toallita o algo, de dónde habrá salido tanto barro... - Pensaba mientras me miraba los pies en un banco del centro de Madrid.
Por no hablar del resfriado que llevo encima, he debido de coger frío por la noche. -Añadí

La gente pasaba arrastrando sus miedos con cadenas calle arriba, otros eran arrastrados por ellos calle abajo. Yo, inmóvil, me limitaba a mirarles.
Con cuántas vidas nos cruzamos al día, y cuántas de ellas podrían hacernos felices...
Con cuántas miradas compartiría mil cafés, mil abrazos, y mil vueltas en la cama, miradas que duran apenas tres segundos, lo que tardan en girar la cabeza y volver a su día a día.
Cuántas veces podría pedirles perdón a las faldas de las mujeres que veo a cada instante, cuántas notas con un "te cambio un "conmigo" por un "ya nos veremos"" podría dejarles en la mesilla antes de irme para siempre. Cuántas canciones podría escribirles a sus "no te quiero" y a sus "quédate por ésta noche"

Me levanté del blanco y dejé de soñar despierto. Subí la calle arrastrando mis dudas cosidas a la espalda, y me paré en un bar que no tenía mala pinta. Mesas de madera y luz no demasiado brillante.
Entré con mi menoría de edad a menos de un año de terminar, y pedí una cerveza con la mejor voz de hombre que pude poner. La camarera era una chica morena de ojos verdes, con un buen cuerpo y una sonrisa tranquilizadora, unos veinte años le eché. Me sirvió la cerveza a pesar de haberme calado desde que entré y me regaló una media luna. Se la devolví con la mejor mueca que tenía, al menos la más parecida a una sonrisa, y un piropo simple pero claro.
Podría compartir una vida con esa chica, al menos eso me transmitió cuando me rozó los dedos al darme las vueltas de mi billete de diez euros.
Me fui con paso decidido a la esquina más oscura de aquel bar, no había demasiada gente, la verdad, era un ambiente tranquilo. Me puse una canción en el Ipod y me dispuse a beberme aquella fría rubia que acababa de pagar.
Habría pasado una media hora cuando me quité los cascos, no necesitaba más peso en la espalda, no me ayudaría para salir del barro.
Di un trago a la cerveza, y al bajar la jarra, vi algo que me sonaba familiar.

- ¿Tantos versos a mi nombre, y pensabas que me iba a ir para siempre? - Dijo una voz femenina.
-  Nos hemos visto alguna vez? - Le pregunté
- No, aún no. - Contestó.

Y sonreí.

martes, 30 de octubre de 2012

Hoy te he vuelto a recordar

Reivindico la razón de no quererte, y me pierdo entre los restos del error.
Por beber de aguas con más veneno que vida, por hacer casa en una parada de autobús.
Y a solas sangraba tu herida a dos mesas de ti, y contigo sangraba tu herida a dos besos de ti.
La voz que te llevaste, es la que hoy impide cualquier recaída.
Empeñada en destrozar castillos construidos sobre tus huellas, vuelves a verte a dos asientos de mi.
Vuelves cuando nadie te ha llamado, vuelves a rescatarte del odio más profundo.
Y nos volvemos a mirar a los ojos, y me pides un principio donde ya no quedan marcas.
Y volvemos a notar el peso de la mirada en la chaqueta, en las manos, en los labios.
Pero ya no queda nada. 
Ni calor, ni palabras sin sonido, ni centímetros prohibidos, ni inviernos a dedos entrelazados.
Tú con tus 365 días, y yo con mis 365 dudas.
Y saltar al vacío con las manos atadas no sería más que un aterrizaje forzoso sobre tierra conocida.
La equivocación del que creía saberlo todo.
La decepción del que creía en la otra persona.
Los recuerdos no son más que cicatrices mal curadas, la espalda en la pared, las caderas sin dejar pasar el aire, los "quédate un rato más" y los "¿y si nos ven?", los portales que saben más de lo que aparentan, y tu forma de mirar por la ventana pensando que así todo se iba a arreglar.


Sí, te miro y nos veo. Sí, estás tan guapa como siempre. 

No, nunca voy a volver, pero hoy te he vuelto a recordar.



sábado, 27 de octubre de 2012

Eres tú, y yo no sé quien soy.

Es nadar a contracorriente. Es no verte en los espejos en los que escribo tu nombre.
Es intentar convencerme de que todo cambiará. Es tiempo al tiempo.
Es paciencia para aceptar que mi voz nunca pudo gritar, y en susurros nadie escucha.
Es aceptar que si no es contigo, dudo que sea con nadie.
Es ver de lejos lo que nadie ve, y querer quererlo.
Es reventar por dentro cada vez que nos miramos.
Es notar las grietas en mi piel, que escuecen cada vez que les hacen sombra tus dedos.
Es hacer de la estación una terraza en verano.
Es beber de Gran Vía minutos divididos.
Es un acorde menor que resbala entre tus dientes.


Pero lo peor, es saber que no me queda mucho como protagonista de tus tardes.
Que sigo luchando contra todo, que sé que eres perfecta para mi.
Y es que tienes tantas cosas...
Tus ruidos entre las hojas de un libro.
Tu espalda entre las mantas.
Tu sonrisa acomplejada que le da complejo al sol.
Tu forma de dibujar razones entre mis dedos.
Tu manera de pintar Madrid de rojo.
Tú, cuando giras la mirada para no ver que el mundo está a tus pies.
Tú, cuando rompes el silencio con un grito en cualquier bar.
Tú, cuando me dices que sigues aquí, y yo me quedo mudo.
Tú, cuando busco la salida a un zulo y aparecen tus ojos dándome una puerta.
Tú, cuando mi mundo se hace añicos, tan sólo quedas tú en pie.



Y yo, aquí sigo, en punto muerto. Pensando en que sólo seré otro de esos que duraron
unas semanas a tu lado, se cansaron, y se fueron, y la realidad es que nunca había querido
querer tanto a alguien como me gustaría hacerlo contigo, que me encantaría enamorarme a ciegas, y que le den por culo al mundo.
Nunca me había sentido tan mal por no sentir lo suficiente,
nunca había dicho que había conocido a la mujer perfecta, ni lo diré, pero teniéndote a ti, quién quiere mujeres perfectas.

Eres esa personas que la gente ve a diario, y no se da cuenta
de que nadie en el mundo es comparable a ti.

Y yo, yo soy un gilipollas.

sábado, 13 de octubre de 2012

Puntos de control. (Check-points)

Soy de los que, cuando ella se va, no se quedan a mirar, estoy harto de coleccionar matrículas y vagones alejándose. De los que cuando dan el beso de despedida, lo dan como si fuese el último, porque nunca sabes si lo será realmente.

Tan sólo quiero un camino fácil, una forma de no tropezarme, de no ir a ciegas en todo lo que hago.
Tú me hablas de estár a mi lado, y yo escucho: "Sé que me vas a hacer daño".
Que al igual que tengo impulsos de no quererte, los tengo de atarnos con cadenas y no separarnos más.
Que lo peor es ver(nos)te haciendo eco por la casa. Que en veinte horas, en tan sólo veinte horas, has conseguido que rompa algunos miedos.
Ya he perdido la pista de tu olor en mi almohada, y el edredón se niega a dirigirme la palabra.
Mientras, busco restos de tus labios dibujándote con la lengua sobre los míos.
Que todo lo que tengo es un cuerpo vacío.
Que nadie nota más el espacio del hueco dentro de mi pecho, y a nadie le duele tanto como a mi. 

Las lágrimas no son más que mi forma muda de demostrarte que no hay nadie que quiera ésto más que yo, pero te veo desvanecerte, y me veo sentado, mirando, sin hacer nada, simplemente murmurando que es lo que me toca, y que tú mereces algo mejor.
Veintidos horas del día te tengo dando vueltas en la cabeza. Las otras dos, duermo.
No consigo encontrar el camino, hay un SÍ latente y que rezuma razones y verbos en primera persona del plural, y por otro lado, hay un NO inerte que no me deja respirar, que se encarga de convertir esos verbos a primera persona del singular y añadirles "solo" detrás de cada uno.
Que estoy harto de jugar la vida en el nivel más complicado, teniendo que ser fuerte por cojones, aprendiendo a convertir los mares en charcos para poder salir corriendo.Ya me he cansado de andar desafinado entre la gente, de destacar por cómo soy a medias, y terminar dejando huellas con heridas en la vida de quien se digna a acercarse un poco a mi piel.

Que el final de ésta partida es el endpoint, y yo aún no he llegado a los check-points.

miércoles, 10 de octubre de 2012

Siempre vas tan guapa, recién levantada, cuando sales de la ducha, cuando te arreglas para salir, cuando llevas toda la mañana en el sofá...
Sé lo que es morir al notarte unida a mi por los labios, y sé lo que es volver a nacer cada vez que te separas para volver a besarme.
Madrid te ha visto pasear y sonreír, y se rió contigo.
Mis manos, ya se han aprendido las vías de los trenes que terminan su trayecto en tu ombligo, y mis dedos, el puerto al que van los barcos con destino a tu sexo.
Que el reflejo de tus ojos es mi espejo al despertarme, y tu boca, las ganas de quedarme en la cama.
Te he llenado de notas la nevera, recordándote que te quiero, y he vacíado del cajón los recuerdos inservibles para hacer hueco a tu ropa interior.
He hecho reformas en mi pecho, para hacer una habitación más, por si alguna noche te apetece quedarte.
Y te digo mil veces:
"Eres perfecta, y aún así, no te das cuenta."


http://www.youtube.com/watch?v=H2IpNgu0oHs

domingo, 7 de octubre de 2012

Cáscara de piel.

Te veo, claro que te veo.
Estiro los dedos y puedo tocarte, puedo dibujarte besos en la cara, puedo hacer líneas en tu espalda, y agarrarte como si estuviese entrando una ventisca por la ventana.
Pero... ¿Te siento realmente?
Mi voz, hace eco en el pecho. Si cierro los ojos, puedo verte pasar desnuda por mi cabeza, y puedo verte sentada, hablándome del color del cielo.
Si los abro, puedo verte vestida en mis retinas, y puedo verte de pie, hablándome de la vez que te emocionaste viendo una película de dibujos.
Y te abrazo, y te abrazo, y te abrazo.
Y subo las escaleras que bajé para dejar hueco a los días entre los dos, y cada escalón es un acorde menor, una luna rota, una marea baja.
Muevo las hojas que componen mi diario del presente, la tinta se ha corrido como el sudor que dice que sobran capas de ropa. Echo un vistado a las del pasado, y aún siguen ardiendo, no puedo tocarlas.
Por último, me da por abrir el del futuro. Vacío. No hay nombres de cinco letras, ni sentimientos de cuatro, ni espacios de tres roces con dos besos y un te quiero.
Enciendo la luz, como el que busca agua en el desierto, y te tengo delante.
Puedo verte demasiado bien.
Apago la luz, como el que ansía no escuchar el ruido de los trenes llenos de despedidas.
No te veo, pero sé que estás ahí.

Quizás la solución sea estrellarme contra tí, con la esperanza de ser dos rocas capaces de hacer fuego.

sábado, 6 de octubre de 2012

Ventana al polo norte.

Abrí los ojos y la ventana. Quería sentir el frío.
Me tapé con el edredón hasta la cabeza y saqué un pie por una de las esquinas, dejé que entrara el aire.
Y así fue, pasó entre los dedos de mis pies, se entretuvo en la rotonda de mis tobillos, subió lentamente por la pierna y se coló por mi pantalon corto, subió pasando la curva que dibujaba mi tripa tras mi sexo, rodeándome completamente por debajo de la camiseta, me fue escarchando cara poro de la piel, era una mañana de un invierno en pleno invierno, escribió una caricia en mi pecho antes de llegar a mi cuello y darme una bocanada de hielo hecho aire.
Empezaron a baliar al ritmo de semicorcheas mis pies, luego mis piernas, el torso, las manos...
Me rodeé a mi mísmo con los brazos intentando generar calor propio y luchar contra el bajo cero de la capa que cubría mis músculos.
Solté el aire de mis pulmones a la mísma velocidad que un globo aeroestático pinchado en lo más alto de su viaje, y lo recuperé con el choque de los dientes inferiores y los superiores al compás de mi labio temblando.
- Qué frío hace - Murmuré.
Y entonces, ella, me abrazó.


lunes, 1 de octubre de 2012

Noches de cintura.

Llovía. Las gotas fueron mi despertador de madrugada. Abrí los ojos, y me encontré con su pelo sobre la almohada. Estaba acostada de lado, por lo que veía perfectamente la línea que dibujaba su columna vertebral perderse bajo el edredón. Me incorporé e intenté sin éxito alcanzar el móvil para ver la hora. Me destapé, y conseguí agarrarlo. Las tres. Lo dejé y bajé de la cama, mi boca estaba en reserva de saliva, necesitaba beber algo. Bajé a la cocina, ya que ese fin de semana no había nadie más en casa. Abrí la nevera y saqué una botella de agua fría y un paquete de jamón york. Es curioso el hambre que tengo a veces de repente. Di varios tragos a la botella y me comí un par de lonchas de jamón. Después, llené un vaso de agua y lo subí a la habitación. La moví el pelo con los dedos y la di un beso en la mejilla.
- ¿Quieres agua?
Movió con un gesto afirmativo la cabeza. Tras beberse el vaso de agua, lo dejé en la mesa y subí a la cama.
Me tapé con el edredón, ya que estabamos semi desnudos, y hacía frío. Noté sus manos abarcando el terreno de mi tripa hasta trazar un semicírculo sobre mí, y apoyó la cara sobre el hueco que hacía mi hombro al poner la mano bajo ella, y meter dos dedos en el lateral de sus bragas.
Pasaron unos minutos y yo seguía conversando con mi imsomnio, a diferencia de que ésta vez, no estaba sólo en el colchón. En mi espalda quedaban las marcas de sus uñas, que arrastraron consigo algunas cicatrices pasadas, y me escocían al apoyarme sobre ellas. Un dulce y mínimo dolor.
Disfruté de cada segundo que marcaba su respiración. Me pasé las tres horas restantes dibujando garabatos donde terminaba su espalda.
Ella, aún en sueños, se estremecía con cada paso de mis yemas, y contraía los dedos de los pies.
A las seis de la mañana conseguí caer dormido aproximadamente dos horas.
A las ocho, me levanté y preparé dos Cola Cao y dos zumos de naranja.
Metí un dedo en el mío, todavía sin azúcar, y subí a despertarla. Le rocé los labios con el dedo mojado, y puso la mísma cara que un bebé al probar la cantidad cítrica de un limón. En ese momento, la besé, y su expresión fue borrada por una sonrisa.

- ¿No me traes el desayuno a la cama? - Me dijo.
- Sí claro, para que lo pongas todo perdido - Contesté entre risas.

Me bajé de la cama y la hice un gesto para que me acompañase. Justo al tocar el suelo, puso sus manos en los lados de mi cara, y me devolvió el beso, terminándolo en un mordisco en el labio inferior.
Bajamos y compartimos el desayuno entre cereales, galletas, manchas de chocolate en la nariz y dibujos en la tele.
Luego, se dió una ducha, en la que aproveché y le pedí que compartiesemos el agua caliente. Aceptó con otra media luna, y un lunar de Cola Cao en la nariz. Nos vestimos después, y la acompañé hasta el metro.
Volvimos a besarnos y nos recordamos lo que nos importabamos.
Luego, se fué.
Aún recuerdo sus ojos girándose y diciéndome "Sé que me estabas mirando el culo".